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viernes, 22 de noviembre de 2013

Amantes | Okayama | Oneshot

Título: Amantes.

Pareja: Okamoto Keito/Yamada Ryosuke (Okayama).

Género: Slash, shounen ai, yaoi.

Extensión: Oneshot, (2.120 palabras).

Trama: Fluffy (WAFF).

Fiction Rated: K (9+).

Nota: La verdad es que he tenido un golpe brusco de inspiración y me siento muy feliz por ello porque no quería que pasase mucho tiempo para actualizar, de verdad quiero tener el blog vivito, no quiero que se me muera de nuevo. ): En fin, este oneshot tiene una dedicatoria muy especial. Es para mi esposa, la cual amo mucho y me hace muy feliz. ♥(: Bonita mía, este es el fic que me habías pedido, y no pude evitar imaginarme a los niños asds. Te amo y espero te guste♥. Y a las lectoras, ¡Gracias por leer! Aunque la mayoría no se toma el tiempo de comentar, las cantidades de visita han subido tanto y he quedado realmente feliz. Enserio, gracias. Y sin más, disfruten este pequeño oneshot.


El joven caminaba cabizbajo a través de las calles desiertas de la ciudad. Llevaba las manos ocultas dentro de los bolsillos delanteros del pantalón y la capucha cubriendo su cabeza, impidiendo, así, la exposición no deseada de su rostro. Los copos de nieves caían a su alrededor, la temperatura se encontraba bajísima aquella noche y el vaho se escapaba de entre sus labios cada que exhalaba aire al respirar.

Se encontraba ciertamente agitado, pero no gracias a ningún esfuerzo físico.

Okamoto continuó su andar, sin tener noción del tiempo ni del lugar, sin embargo, la cabeza del muchacho se alzó cuando percibió cierta presencia ajena. Sus ojos se achicaron en sospecha e inconscientemente se mordió el labio inferior al haber reconocido el cuerpo reposado a un lado de la entrada del edificio en donde residía. No pudo distinguir con claridad su rostro, pero la complexión de aquella persona se le hacía imposible de no reconocer y aquel punto rojizo/anaranjado que distinguió a lo lejos confirmó sus sospechas.  
Ryosuke lucía tan sexy cuando fumaba.

Tal parece que le estaba esperando.

Liberó un ligero bufido y volvió la cabeza hacia abajo, prefiriendo así ignorar a escuchar cosas que, simplemente, no deseaba oír. De nueva cuenta retomó su andar calmo y se aproximó más a aquella presencia que, como Okamoto sabía, también se hallaba atenta a él.
Frunció con levedad el ceño mientras su mente viajaba entre dudas y contradicciones. ¿Qué hacía Ryosuke allí? ¿Qué necesidad de ir hasta su edificio? ¿Quería restregarle todo en la cara? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Suspiró. Ya no debía pensar en ello porque simplemente no le importaba. Ryosuke ya no le importaba o, más bien, ya no debía importarle. No debía importarle qué hacía con su vida, a quién quería, con quién quería estar. Suficiente había tenido con su persona, no debía seguir torturándose por un amor no correspondido.

Finalmente se encontró a un par de metros de la entrada de su edificio. Se alegró, pero al mismo tiempo se aterró. Era necesario pasar frente a la presencia del menor y, justo en aquel momento, lo que menos le apetecía era toparse con él. Sin embargo, al ser algo inevitable, tan solo se rehusó y posó la mirada en las tiendas del otro lado de la calle, buscando una distracción a la par que suprimía aquel par de metros e ignoraba a cierto alguien. Pero a Ryosuke nunca le gustó que le ignoraran y no pasó mucho hasta que sintió cómo le tomaban del antebrazo con cierta brusquedad. Okamoto jadeó frustrado. Casi lo lograba.

― ¿Qué quieres, Ryosuke? ― Okamoto frunció el ceño con mayor intensidad que con anterioridad, librándose de aquel agarre que no tardó en volver a sentir segundos después.

― ¿Por qué te fuiste así? ― El más bajo cuestionó en un reproche, como si tuviese tal derecho de reprocharle por algo así. Como si en realidad tuviese el derecho de reprocharle por lo que sea.

― Qué te importa ― masculló con simpleza Okamoto y se liberó finalmente de aquel agarre, volviendo a retomar su camino en grandes zancadas para, al fin, adentrarse en su edificio, notando claramente cómo Ryosuke le pisaba los talones. ― Vete Ryosuke, no tengo ganas de acostarme contigo hoy.

― ¡Idiota! ― Exclamó furioso el nombrado, acercándose de inmediato al cuerpo del moreno y tomándole con brusquedad del hombro para así poder girar su cuerpo y tenerle de frente, encarándole. ― Eres un idiota, Okamoto. Un tremendo y estúpido idiota. ― Escupió sus palabras, observando la ahora indiferente mirada del alto.

― Seré lo que sea, ya me da igual viniendo de ti.

― ¡Keito! ― Exclamó el joven cuando Okamoto, una vez más, decidió ignorarle y retomar su camino al ascensor.

Yamada sintió terror. Por primera vez, en aquella extraña relación, se sentía realmente asustado. Okamoto lucía decidido y cansado. Como si ya no quisiese más. Y él, simplemente, debía impedir eso.
Corrió con rapidez, suprimiendo velozmente la gran distancia que ya les separaba, logrando darle alcance ya dentro del ascensor, segundos antes que las puertas de éste se cerrasen.
Okamoto le observó inmutado, suponiendo que tendría a Ryosuke detrás suyo hasta que llegasen a su departamento, pero estaba decidido, de ahí no pasaba.

― Keito... ― Fue aquel simple y levemente agitado susurro el que le llamó la atención. Sonaba débil y apagado, y Okamoto no pudo evitar llevar su mirada hacia Ryosuke, notando lo afligido que éste lucía. Él también se sintió afligido. Afligido y débil, porque de inmediato se preocupó y eso, se suponía, no debía entrar en sus planes.

― ¿Qué? ― Ryosuke le miró, acercándose un par de pasos, y Okamoto se halló tensándose.

― He terminado con ella. ― Okamoto abrió los ojos de par en par al oír aquellas palabras y observó, incrédulo, al menor.

¿Podría ser cierto?

― ¿Q... Qué?

― Lo que oíste.

― No te creo.

― Pues, créeme. ― Yamada sonrió con lasciva y Okamoto se mordió el labio inferior, huyendo de su mirada, ya no queriendo sentirse débil, cegado por el menor, por sus encantos y sus no encantos. Quiso ser fuerte una vez en su vida, porque sabía que si no lo hacía, terminaría sufriendo una vez más, como le había ocurrido aquella noche, cuando pilló a Ryosuke y a su chica, juntos, en una cita.

Recordar el motivo de su enojo le hizo enfurecer aún más y, aprovechando que las puertas del ascensor se abrieron en su piso, pasó junto al más bajo sin medirse al momento en que hizo chocar su hombro con el del más bajo, ignorando el hecho de que éste prácticamente había girado todo su cuerpo a causa del choque, pudiendo sólo observar la espalda de Okamoto cuando éste se dirigía a su apartamento, como si sus palabras no le hubiesen importado en lo más mínimo. Como si Ryosuke ya no le importase.

Yamada se sintió aterrado. ¿Podría ser que aquel día finalmente había llegado? El día en que Keito se cansase de él. El día en que Keito le fuese a abandonar.

― ¡NO! ― Exclamó con terror y corrió una vez más.

Pese de haber oído aquel grito, no se giró en ningún momento y sólo se dio el lujo de detenerse cuando se encontró fuera del apartamento 5D. Buscó las llaves desesperado y, con los nervios a flor de piel, intentó abrir la puerta de su hogar de una buena vez, alarmándose al sentir los rápidos pasos del menor acercarse hacia donde se encontraba. Maldijo su torpeza una y otra vez, y al haber abierto la puerta del departamento, suspiró aliviado, pero ya era demasiado tarde.

― ¡Espera! ― Gritaba Ryosuke, sin importarle en lo más mínimo que sus gritos pudiesen llegar a molestar a los vecinos de su ahora no amante. ― ¡Keito, espera!

Le alcanzó justo en el momento en que el otro estuvo a punto de cerrarle la puerta en la cara, logrando así interponerse entre su cuerpo y la pieza de madera, ingresando al departamento prácticamente a la fuerza y cerrando la puerta a sus espaldas de un fuerte portazo.
Con el ceño fruncido, Okamoto le observaba escéptico desde su lugar, sin poder creer que Ryosuke llegase hasta esos extremos para que ambos se fuesen a la cama.

― Vete, Ryosuke.

― No.

― Ryosuke...

― ¡Te digo que no! Idiota... ― Okamoto abrió sus ojos más de lo normal cuando distinguió cierta humedad teñir las mejillas del más bajo, quien ahora se hallaba con la cabeza gacha y sus manos echas un puño a cada lado de su cuerpo. ― ¿Así que pensabas librarte de mí con facilidad? Idiota ― repitió en un débil susurro, Ryosuke.

Keito rió con ironía y molestia, ignorando el hecho que Ryosuke había comenzado a acercarse a él con pasos tímidos, deteniéndose sólo cuando recibió la endurecida mirada del más alto, quien sólo en aquel momento había notado lo cerca que Yamada se encontraba, pudiendo chocar fácilmente con él si se disponía a dar un simple y pequeño paso.

― No te creo nada, vete. ― Ryosuke bufó en un evidente quejido de protesta, sin embargo, ya no dijo nada más y permaneció en silencio por unos cuantos segundos, intentando huir de la opción de mostrarse como en verdad se sentía frente a los ojos del moreno, pero tal parecía que aquello era inevitable.

― He terminado con ella, de verdad... ― Aquello le sonó a una súplica. Ryosuke estaba suplicando que le creyese, y la mirada de Okamoto se endulzó. ¿Hacía bien en creerle? No lo sabía y tampoco deseaba averiguarlo. Yamada era su debilidad públicamente declarada, y él no podía negarse a su menor.

― ¿Y qué quieres que haga yo? ¿Quieres que haga una fiesta por ello? ― A pesar de haber utilizado cierto tono burlón e irónico, sus labios se habían curvado en una leve sonrisa, y su rostro se encontraba inclinado levemente hacia abajo, perfecto para que su mirada se encontrase con la del castaño.

― Quiero que estés conmigo, idiota. ― Ryosuke sonó tan decisivo y seguro... a pesar de que aún tenía rastros de lágrimas en sus ojos; a pesar de que un tierno rubor le coloreaba las mejillas; a pesar de que sus labios formaban un pequeño e inconsciente mohín que se veía malditamente besable. Y a pesar de que Yamada Ryosuke era un maldito adorable, sonaba tan seguro y confiado, que Okamoto se sintió más débil que nunca.

Oh, estaba tan enamorado.

― ¿Por qué? ― Y, a pesar de todo, sentía esa casi diminuta pizca de inseguridad que no le dejaba dejarse llevar del todo.

― Porque te amo. ― Simple, seguro y adorable.

Okamoto le miró descolocado y ya no supo qué decir, qué hacer. Su corazón chocó con fuerza en su pecho y sus manos comenzaron a temblar de ansias; su mirada viajaba del suelo a los ojos de Ryosuke, una y otra vez, realmente incrédulo.
Hacía más de un año que se encontraban metidos en aquella aventura. Eran amantes, se acostaban casi todas las semanas, pero era sexo, sexo “sin sentimiento”, ¿Y ahora venían los dos a amarse mutuamente?

― ¿L... Lo dices ens...

― Lo digo enserio. Te amo y mucho. Estoy enamorado de ti, Keito, y quiero que estés conmigo. ― ¿Acaso podía ser menos romántico? Okamoto agachó el rostro una vez más y liberó una torpe y aireada risa. Se sentía feliz, increíblemente feliz, pero no deseaba exteriorizarlo del todo. ― ¿Te estás burlando de mí acaso? ― La risa de Keito aumentó un tanto más. ― ¡Keito!

― Ya, ya, perdón. No me estoy burlando de ti, tonto ― susurró, Okamoto, mientras su mirada se encontraba una vez más con la de su amado. ― Así que quieres que esté contigo...

― Sí.

― ¿Así como novios?

― Nada de así. Quiero que seamos novios, Keito. ¿Eres tonto o qué? ¿Tan difícil es de entenderlo?... ― Okamoto se rió una vez más por aquel regaño que recibió e, ignorando totalmente ese hecho, inclinó el rostro hacia el ajeno, haciendo coincidir sus labios con los de Ryosuke en un pequeño y húmedo beso que no se pudo contener a robar.

― Ryosuke, te amo... ¿Quieres ser mi novio? ― Susurró Okamoto sobre la boca de Yamada, observándole con los ojos apenas entreabiertos, lo suficiente para deslumbrarse con la expresión sumamente avergonzada que golpeó el rostro de su menor.

― Sabes que sí, idiota. ― Okamoto se carcajeó, porque fuera de molestarle la actitud de su amado, le encantaba. Le encantaba que fuese tan orgulloso como para mostrarse avergonzado frente a sus ojos, porque Okamoto sabía perfectamente cómo hacer para verle en plena vergüenza total, y no dejaba pasar ni una oportunidad.

― Ven... ― Le tomó de la mano, intercalando sus dedos con los propios sin pudor alguno y jalándolo con suavidad para que ambos comenzasen a caminar. ― Vamos a mi cuarto. ― Susurró lo obvio, inconscientemente ruborizado.

― ¿A-ah? ― Bufó como si le molestase. ― Eres un pervertido, Okamoto ― se quejó, sin embargo, apuró el paso, siendo ahora él quien jalaba de la mano del más alto en dirección a su cuarto.

Okamoto rió ante lo obvio que su menor podía ser y, regalándole un suave apretón en su mano, le llamó la atención a la par que le lanzaba un beso al aire.

― Tú también lo eres, y por eso te encanta lo pervertido que soy.

Yamada se giró y le regaló una pequeña y traviesa sonrisa, la más hermosa de todas. Definitivamente, estaba totalmente enamorado de su pequeño y gruñón Ryosuke.



Las quiero♥.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Our undying love | YabuTaro | Oneshot

Título: Our undying love.

Pareja: Yabu Kota/Morimoto Ryutaro (Yabutaro)

Género: Slash, shounen ai, yaoi, lemon.

Extensión: Oneshot, (7.102 palabras)

Trama: Fluffy (WAFF).

Fiction Rated T (16+).

Nota: Ha pasado un tiempo ya desde la última actualización y hoy he venido con una pequeña sorpresa. Hace más de dos años subí la primera parte de un twoshot Yabutaro, y por cosas de la vida nunca lo terminé de publicar. Es decir, ni siquiera había escrito la segunda parte; por ello, en esta ocasión, he decidido al fin terminarlo y aquí tienen el resultado final. (: Me ha costado horrores, como no tienen idea. Hace mucho que no escribía, además que el Yabutaro no está entre mis parejas preferidas por eso es que fue todo un tema, pero al fin lo tengo, con 11 páginas de Word completitas y el letra 10, 5. Tengo que hacer una pequeña aclaración, y espero me entiendan. Me cuesta tanto escribir lemon. Q_Q Sufrí en esta ocasión, y si sienten que no les gustó, lo voy a entender completamente. Yo no lo he querido releer porque sé que no me gustará y no tiene sentido hacer algo que saber cómo va a terminar.
En fin, sólo quería hacer aquel par de aclaraciones, y ahora deseo enviar una dedicatoria. Aunque quizás no vayan a leerlo, este oneshot se lo dedido a Amis y a Yuukinii quienes, en su momento, me comentaron pidiendo más y aquí lo tienes. (: Y también para mi bonita hermosa que la amo con mi corazón entero y prometo pronto traer algo más especial para ella. uwu ¡Gracias por leer! Y espero disfruten el nuevo diseño del blog♥

El pequeño Morimoto Ryutaro observaba con suma atención el gran esfuerzo que su compañero de grupo empeñaba en brindarle a la nueva coreografía que debían ensayar para su nuevo single pronto lanzado, Hitomi no Screen. En verdad sentía una inmensa admiración por el alto. Él siempre se esforzaba en todo lo que hacía hasta sentirse realmente satisfecho consigo mismo, y a pesar de que le conocía hacia tan poco tiempo, el tiempo que había transcurrido a su lado le había sido suficiente para poder saber que Yabu Kota era de ese tipo de persona que siempre daban todo de sí mismo, más aún si se tratan de cosas que le apasionan. Definitivamente, Ryutaro le admiraba como no admiraba a nadie en toda la compañía.

— ¿Qué ocurre, Ryutaro? — Oyó que le preguntaban, sacándole de aquel ensoñamiento en el que se había sumido mientras permanecía con su mirada puesta en el más alto, notando, tras pestañar varias veces, que había sido el mismo Yabu quien le había cuestionado al mismo tiempo que tomaba asiento a su lado totalmente exhausto, provocando que el menor sonriese con cierta torpeza y vergüenza al haber sido sorprendido mientras divagaba entre sus pensamientos

— Te estás esforzando mucho en la coreografía, Yabu. — Respondió tras el pasar de unos cuantos segundos, mirándole con cierta emoción, ya que, de alguna manera, le gustaba mucho expresarle su opinión sobre aquel tema al alto. — Y eso es grandioso.
El mayor sintió su pecho doler levemente de lo rápido que su corazón había comenzado a palpitar apenas sus ojos se encontraron con la mirada eufórica y admirable del menor, provocando que se sintiese tan orgulloso de sí mismo como nunca antes lo había sentido, y que, inevitablemente, le invadiese una terrible necesidad por abrazarle, envolviendo con suavidad y cariño al cuerpo del menor entre sus brazos, quien, ciertamente sorprendido, pero totalmente a gusto, se dejó abrazar encantado.

— De ahora en más me esforzaré aún más para hacerte feliz, Ryutaro. —Yabu sonrió con amplitud, realmente convencido de la validez de sus palabras. Desde que había conocido a Ryutaro años atrás, enseguida le había tomado un increíble afecto que hasta le era difícil de describir, y prefería no tomarle demasiada importancia a aquel hecho porque, si pensaba realmente en la extraña y grandiosa sensación que le invadía de pies a cabezas al estar cerda del menor, en lo mucho que quería abrazarle y mimarle todo el tiempo, haciéndole sonreír por el simple hecho de que le encantaba su sonrisa, sabía que terminaría por arruinarlo todo. Sólo... Sólo permanecería con aquel extraño sentimiento, viviría con él hasta donde pudiese, y cuando la necesidad de responder a todas sus dudas fuese demasiada, aquel sería el momento para comenzar a cuestionarse muchísimas cosas que le ocurrían con respecto a Morimoto Ryutaro. Mientras tanto, viviría feliz a su lado, disfrutándole y disfrutando plenamente de cada minuto que pasaba a su lado.

Ya habían pasado aproximadamente tres años desde que Hey! Say! JUMP hubiese filmado su segundo PV, Your Seed, y a medida que el tiempo había transcurrido desde aquella fecha, el grupo había crecido en fortaleza de una manera increíble y habían logrado obtener aquella fama que tanto deseaban. Ahora eran reconocidos en todo Japón, y en muchos países de Asia les aclamaban con furor al igual que su país natal.
Al igual que el grupo en sí, cada integrante de JUMP había crecido muchísimo, tanto física como mentalmente. Gracias a su carrera, a la vida que llevaban y al gran esfuerzo que le habrían brindado al grupo, ahora eran todos unos adolescentes maduros y formados, quienes se divertían todo el tiempo y disfrutaban con dicha de sus vidas junto a los otros miembros del grupo.

En aquel transcurso de tiempo, el efecto que Morimoto Ryutaro había brindado a Yabu Kota había crecido como también lo había hecho el menor de ambos, convirtiéndose en un joven en plena pubertad, en donde su cuerpo y rostro habían dejado atrás rastros de su niñez, volviéndose todo un muchacho que dejaba eufórica a cada fan que le veía en los conciertos de JUMP. En esos casos, en el que Morimoto dejaba a más de una fan sin aliento con sólo una simple mirada, a Kota le provocaba cierto aire de rabia, de molestia. Claramente, el mayor ya había vivido demasiado, la inocencia la había dejado atrás hacía tiempo, él era un muchacho maduro y con muchísima experiencia, y por supuesto, sabía que aquella sensación horrorosa que le invadía en aquellos momentos, no se trataban nada más ni nada menos que celos. Además, envidiaba tremendamente que sus fans pudiesen expresar abiertamente todos aquellos sentimientos que sentían por Morimoto y por los demás miembros del grupo. Él deseaba poder hacerlo de aquella manera, poder no tener vergüenza de decir lo que un chico hacía sentir en tu interior. Aunque, claro, ese era un gran problema. Ryutaro era un chico, y él también. Siempre solía preguntarte, ¿Qué pensaría Ryutaro se enterase de que el mayor sentía cosas por él? ¿Qué le gustaba? ¿Y los demás? ¿Sentirían asco por él? ¿Repugnancia? Seguramente.

— ¡Maldición! — Exclamó Kota con el ceño fruncido en una expresión de frustración. — Esto es tan difícil... — Finalizó en un leve susurro mientras su mirada se encontraba posada en la nada y sus pensamientos divagaban en lo idiota que podía ser al haberse enamorado de uno de sus mejores amigos.

— ¿Qué es tan difícil? — Aquella dulce voz le sacó de sus pensamientos de manera brusca, y no pudo hacer más que voltear el rostro hacia su dirección a la par que el menor caminaba en su dirección, con su andar tan relajado y elegante, su sonrisa comprensible y hasta quizás algo conmovida, y en menos de lo que pensó, le tuvo sentado a su lado, sintiendo como una mano ajena se posaba en su muslo y la mirada algo preocupada e interrogante del menor se posaba en sí mismo.

— Ryutaro... — Murmuró anonado, girándose un poco más para poder tener una imagen más amplia del dueño de sus pensamientos y desvelos.

— ¿Te sorprendí? — Ryutaro sonrió con cierta torpeza y hasta quizás algo de vergüenza, provocando una sonrisa en el mayor.

— Sí, lo has hecho, pequeño. —Yabu acercó una de sus manos hacia el cabello del menor con intenciones de acariciarlo, pero finalmente terminó por despeinarlo con ligeresa, sonriendo al ver aquella pequeña mueca que en el rostro de Morimoto se había posado.

— Y entonces, ¿Qué es tan difícil?

— ¿Uhm? —Enmudeció unos segundos, analizando las palabras del menor hasta finalmente poder reaccionar. — ¡Oh! No, nada, no es nada. No te preocupes Ryutaro, son sólo cosas mías, nada importante.
Ryutaro había notado la voz del mayor con cierto deje de nerviosismo. Al momento de responderle, había decidido no verle a la cara y cuando finalmente le miró, sonrió de manera forzada, como quien no quiere la cosa. Por eso mismo, Ryutaro no le creyó.

— Qué cruel, siento que no confías en mí. — Reprochó. Sabía que quizás estaba exagerando, pero Kota no era de ese tipo de personas que tenía secretos, y saber que había uno que el mayor no deseaba compartir con él le disgustaba de cierta forma. Le dolía.

— Eso no es cierto, claro que confío en mí. ¿Acaso no me crees? — Ver la sonrisa que se posó en el rostro del mayor le molestó, ¿Cómo podía estar tan tranquilo y relajado cuando se encontraba mintiéndole a la cara.

— De hecho, no, no te creo. Últimamente has estado terriblemente distante conmigo. Ya casi no me hablas, no me cuentas de tus cosas, ¿Acaso estás molesto? ¿He hecho algo que te ha molestado? Porque si es así, dímelo y prometo disculparme. No quiero que sigas ocultándome cosas...

Ryutaro hablaba con demasiada prisa, haciendo ademanes con las manos y mirándole dolido. Se sintió culpable, se sintió fatal, y simplemente no supo qué decir. Era difícil, demasiado, y sabía que el menor no sería capaz de comprenderle. Entendía que a pesar de su edad, Morimoto fuese demasiado maduro e independiente, pero no era cosa fácil aceptar que un amigo tuyo está enamorado de ti. Más aún, la simple idea de oír aquellas palabras era algo descabellado y que el mayor no podía decir. Por sobre todas las cosas, no quería perder su amistad con el menor, y menos por una razón como aquella.

— Ryutaro, no es estoy ocultando nada, ni tampoco has hecho algo que pudiese molestarme. Créeme, no te miento. — Se sintió culpable, horriblemente culpable por estar mintiéndole a la cara. Y a pesar de lo insistente que su voz sonó, el menor no pareció creerle en nada. Lo notó cuando pudo distinguir aquel ceño fruncido que se posó en su, ahora, maduro rostro, y a los segundos después, Morimoto se puso de pie, indignado, y echándole una gélida mirada, murmuró.

— ¡Deja de mentirme! — Exclamó el menor con el rostro afligido, poniéndose de pie en un solo movimiento y observando el sorprendido rostro del mayor con todo el rencor que sentía hacia él. Ryutaro le conocía como a nadie, sabía perfectamente cuando éste le estaba mintiendo, eran cosas que Yabu simplemente no podía ocultarle porque él le descubriría al instante.

— Ryutaro... — Fue un susurro, un casi inaudible susurro sorprendido. Intentó acercar su mano hacia la del agitado joven, sin embargo, él alejó la suya al instante, evitando el contacto que él tanto deseaba.

— ¡No, Kota! ¡Ya estoy cansado de que no confíes en mí! ¿Qué te he hecho para que te comportes así conmigo? — Aquel último susurro se perdió en el aire. Lágrimas ya habían comenzado a acumularse en sus ojos, y la opresión que en su pecho sentía, se había vuelto insoportable. La furia y molestia que en un segundo anterior se habían visto reflejadas en sus facciones ahora habían desaparecido completamente, dejando ahora la angustia y tristeza en los bellos rasgos del menos.

— Ryutaro... — Kota se alarmó al ver lo que había provocado en su pequeño. Casi al instante que los gritos del menor habían cesado, Yabu se había puesto de pie, dispuesto a abrazarle al verle en aquel estado. Deseaba brindarle un poco de confort, siendo inconsciente que lo que menos deseaba ahora mismo el menor, no era precisamente un abrazo suyo.

— No. — El rechazo fue frío y seco. Una advertencia que se sintió de lo más dolorosa. Morimoto se había alejado un par de pasos apenas había notado sus intenciones. — Sólo podré estar a tu lado de nuevo cuando sepa que confías en mí. Cuando finalmente te dignes a decirme qué te he hecho yo a ti para que te alejaras tanto...

— ¡Pero Ryutaro...!

— ¿Qué? — Interrumpió el nombrado. — ¿Acaso me dirás tus razones? ¿Me dirás por qué te has alejado de mí? — Yabu enmudeció, y Ryutaro sonrió de medio lado, en una irónica sonrisa que lo último que pudo expresar, fue felicidad. — Perfecto. Entonces ya no hay más nada de qué hablar. Adiós, Kota. — Le miró un segundo. Fue un instante, sólo un instante en el que sus miradas por fin se encontraron, y la del menor no pudo transmitirle más que dolor.

No tuvo tiempo de detenerle, Ryutaro no le dio tiempo. Hecho una furia se había alejado de él con velocidad, desapareciendo del cuarto segundos después, encontrándose con el resto de los miembros del grupo que justo en aquel momento habían llegado y estaban dispuestos a ingresar al cuarto. Ryutaro simplemente les ignoró y siguió con su camino, sin embargo, los demás notaron al instante la expresión que se posaba en su rostro y lo tenso que se sentía el ambiente en el interior de la habitación.
Allí se encontraba Kota de pie, con las palabras atoradas en la garganta. Yabu supo que se lo merecía, se merecía que el menor estuviese enfadado con él. Le había mentido una y otra vez  a la cara con respecto al mismo tema, y aunque tuviese sus razones, no podía evitar sentirse culpable y mal consigo mismo.

— Kota... — Aquel murmuro sonó preocupado, y pudo distinguir a la voz como la de su mejor amigo. Sonaba preocupado, preocupado por él, cuando lo que menos se merecía era la preocupación de sus amigos. Sin embargo, Yabu Kota lucía mal, muy mal, y los jóvenes no pudieron evitar preocuparse y cuestionarse qué era lo que había ocurrido.

— Creo que ya es hora de que se lo digas, Yabu. — Intervino la voz de Keito, y Kota se sorprendió.

— ¿Qué? — Frente a él ahora se encontraba Okamoto, quien ahora había tomado la mano de Yaotome y había entrelazado sus dedos. Las miradas de ambos le transmitieron palabras silenciosas, y entendió, entonces, que era muy malo para disimular lo mucho que Morimoto le gustaba. — Yo... No sé si pueda hacerlo...

— ¡¿De qué hablas, Kota?! — Un molesto Takaki interrumpió la conversación que los tres muchachos estaban manteniendo, excluyendo al resto del grupo. — Eres la persona más fuerte que he conocido en mi vida, claro que podrás confesarte. Sólo necesitas sonreír como siempre lo has hecho. — El castaño ahora le sonrió, dándole ánimos.

— También necesitas tu abrigo. — Yuto se acercó dando grandes zancadas, colocando luego, sobre los hombros del menor, su abrigo de invierno y una bufanda.

— Tus guantes. — Chinen colocó cada prenda en cada mano del mayor.

— Y amor, ¡Mucho amor! — Todos comenzaron a reír ante las palabras del más popular de JUMP, y Yamada sonrió radiantemente hacia el líder del grupo.

— Gracias muchachos. Ustedes son unos increíbles amigos. — Yabu se encontraba realmente conmovido, sonreía ahora con un tanto más de ánimos y se colocaba el abrigo apresurado.

— No tienes por qué agradeces, Kota. Tú siempre has estado para nosotros, y nosotros siempre estaremos para ti. — Muchos se acercaron a darle amigables palmadas en sus hombros, deseándole suerte y ánimos. Kota quiso abrazarlos a todos, decirle cuánto los quería y cuánto apreciaba todo aquello que estaban haciendo por él. Pero debía apurarse.

— Los quiero en verdad, chicos. ¡Gracias! — Y regalándole una amplia sonrisa a todos, emprendió su camino, perdiéndose tras el umbral y corriendo con todas sus fuerzas en busca de aquel que robó su corazón.



Ryutaro nunca antes se había sentido tan molesto. Creyó que iba a poder controlarse, que no iba a dejarse llevar por lo dolido que se había sentido últimamente gracias a Kota, sin embargo, no lo pudo evitar. En verdad estaba molesto, molesto porque parecía que el mayor ya no confiaba en él. Había dejado de contarle sobre su vida privada, sobre cómo se sentía diariamente, sobre todo. Ahora no hablaba con él de absolutamente en nada, y las únicas palabras podían llegar a compartir, eran saludos de bienvenida o despedida, indicaciones en los ensayos y algún que otro consejo para cuando estuviesen en un concierto. Nada más, sólo eso.

Para aquel entonces, lágrimas caían furiosas sobre sus mejillas mientras el joven se encontraba agitado, sollozando y temblando, todo menos por frío. El vaho se escapaba de entre sus labios cada que exhalaba una gran cantidad de aire, típico del frío clima de invierno. Temblaba, pero lo que menos sentía era frío. Sollozaba, pero lo que menos podía dejar de hacer era llorar. De alguna manera, aquella pequeña discusión que había tenido con el mayor, había dejado más que claros los sentimientos que Morimoto sentía por él. Y ahora, más que nunca, se encontraban palpitantes y claros, intensos e inmensos. Sin embargo, después de todo, ya no servía de nada poder saber con exactitud que se encontraba enamorado de Kota. Ahora sólo debía asumir que el mayor no le quería a su lado. Quizás Yabu ya sabía que él le quería como más que amigos, y por ello había decidido alejarse de su lado.

— ¡¡Ryutaro!! — Paró en seco apenas oyó aquella voz gritar su nombre a los lejos. Le reconoció. Le reconoció al instante y por ello comenzó a caminar nuevamente, ahora con muchísima más prisa. No quería hablar con Yabu, y tampoco quería. Si lo hacía, si volvía a intercambiar aunque sea un par de palabras con el mayor, se largaría a llorar nuevamente, y lo que menos deseaba era mostrarse frágil a sus ojos. Cuando menos se lo esperaba, ya se encontraba corriendo con velocidad por las calles desoladas de Tokyo, siendo aún perseguido por el alto, quien estaba dispuesto a correr tras él hasta dar su alcance.

Habrán sido unas siete enormes cuadras, tal vez menos, o tal vez más, pero ninguno de los dos muchachos se había detenido, siquiera a tomar un respiro. La distancia había disminuido demasiado, ahora Kota se encontraba a pocos metros de distancia del menor, y en el momento en que  ambos traspasaban un parque con enormes árboles que cubrían el lugar, pudo dar un último impulso hasta que su mano alcanzó a sostener la parte trasera del abrigo del menor. Ryutaro se sintió ser jalado, y a pesar de sus intentos por liberarse de aquel abrazo, no pudo evitar encontrarse envuelto en un abrazo cuando su espalda chocó contra el pecho del alto, y este le aferró a él, deteniéndose ambos a mitad de camino. Forcejeó por separarse, pero las energías ya no le sobraban, y Kota le abrazaba con muchísima fuerza, y el frío que calaba sus huesos no servía de nada para mejorar la situación.

— Ya detente, Ryutaro. — Susurró un Yabu calmo y sereno en su oído, alarmando a su pobre corazón, quien no pudo soportar tal cercanía y comenzó a latir agitado.

— ¡No! ¡No quiero! ¡Suéltame, Kota! — Exclamaba una y otra vez el menor hasta que sus gritos cesaron. De momento a otro comenzaron a oírse leves sollozos del más bajo, quién ya no le quedaba fuerza siquiera para retener su llanto.

— Ryutaro...

— ¿Por qué?... ¿Por qué has venido hasta aquí? — Balbuceos casi inentendibles se pudieron escuchar entre los sollozos que Ryutaro liberaba sin contención alguna. Se sentía tan torpe y débil. Deseaba ocultar su rostro, abrazarse al cuerpo del menor y aferrarse a él como nunca antes lo había hecho, pero Kota aún le abrazaba por la espalda, y sus intentos por liberarse del abrazo se habían detenido por completo.

— Porque te necesito, Ryutaro. — Fueron cuatro simples palabras que le sumieron en un intenso silencio. ¿Había oído bien? ¿Acaso el mayor había dicho que le necesitaba? Los brazos de Kota dejaron de abrazarle con la misma necesidad que hacía momentos antes lo hacía, permitiendo que el menor se pudiese girar, no demasiado rápido, pero tampoco tan lento como para exasperarle.

— ¿Qué? — Ryutaro le observó incrédulo, y Yabu no pudo sentirse terriblemente avergonzado. Era su momento y no lo iba a arruinar.

— He dicho que te necesito.

— De... ¿De qué estás...

— Ryutaro, tú me gustas. — Silencio. — No, no sólo me gustas. — Kota se relamió los labios, nervioso. Su mirada viajó desde el suelo hasta posarla en los almendrados ojos del menor, y con determinación, se acercó un paso más hasta que su cuerpo chocó sutilmente con el cuerpo de Morimoto. Ryutaro estuvo a punto de alejarse, deseaba huir lejos, muy lejos, aterrado al sentirse tan perdido entre aquel mar se sensaciones y de sentimientos encontrados. Sin embargo, cuando sintió su barbilla ser sostenida con aquella delicadeza tan única, su rostro elevado hasta que sus ojos  -los cuales se rehusaban a encontrarse con los del mayor- finalmente pudieron encontrarse en una tímida mirada, y una respiración ajena, suave y acompasada, chocar contra sus labios, se sintió tan débil, que no pudo mover siquiera un músculo, y Kota susurró aquellas palabras cuando sus labios casi tocaron los propios, en un suave roce que le hizo temblar de pies a cabeza. — Te amo, Ryutaro. Estoy enamorado de ti.

Aquel fue su primer beso. Aquella fue la primera confesión que le hicieron en la vida.
La mano que sentía en su barbilla viajó hasta su nuca, enterrándose los dedos del mayor entre sus cabellos. Sintió su rostro ser atraído hacia el ajeno y sus ojos se cerraron quizás con cierto exceso de fuerza cuando sus labios se encontraron en aquel primer contacto completo. Fue un beso inocente, una sutil presión que resonó cuando sus labios se separaron, volviéndose a unir segundos después. Kota mordió con sutileza el labio inferior de Ryutaro para que éste abriese la boca y él le hizo caso. Ahora sus labios se encontraban unidos en un contacto más completo y profundos. Con timidez, comenzaron a mover sus labios, lentamente, como si temiesen apresurarse demasiado, y suave, como si la prisa arruinase aquel especial momento. Las manos de Morimoto se posaron en los costados del cuerpo del mayor y sus dedos se enterraron en su prenda, estrujándola entre sus dedos al no saber cómo descargar aquel mar de sensaciones que sentía. Sin darse cuenta, jalaba del cuerpo del mayor para tenerlo lo más cerca posible de su cuerpo, provocando que Kota exhalase una gran cantidad de aire por su nariz, sintiéndose demasiado débil al menor, totalmente rendido a sus pies.

Se separaron sólo cuando la necesidad de respirar fue muy extrema. Ryutaro permaneció con sus ojos cerrados aún cuando sus labios ya no se encontraban unidos, y Kota le observó deslumbrado. Jamás, Morimoto Ryutaro, había lucido tan inocente y extremadamente adorable como en aquel momento. Sus mejillas se encontraban teñidas de un color rosado intenso, dudando si aquello de debía a por el frío que les invadía en aquel momento, o por el beso que ambos acababan de compartir. En sus pestañas se veía un ligero rastro de lágrimas que no había notado cuándo el menor había liberado, y los labios de Ryutaro se encontraban casi del mismo tono que sus mejillas, haciéndolos lucir más provocativos hacia él.

Kota se sentía morir. Ryutaro jamás le había gustado tanto como en aquel momento.

— Kota... — Fue un susurro casi inaudible, y de no haber sido porque, al estar observando sus labios, había notado aquel leve movimiento que había hecho al hablar, jamás habría sabido que Ryutaro había hablado.

— ¿Sí? — El nombrado había elevado las cejas con ilusión, expectante a las palabras que Ryutaro pudiese decirle. No esperaba otra cosa más que la respuesta del menor ante su confesión, sin embargo aquello no llevó.

— Tengo frío... — Fue sólo en ese momento que los ojos de Morimoto se entreabrieron levemente, cuando el joven por fin había juntado el valor suficiente para poder ver a Kota a la cara. Se sintió estúpido, sumamente estúpido. Yabu fue incapaz de expresar la decepción en sus facciones, y Ryutaro entendió que no había esperado otra reacción más que aquella. Era algo obvio, Yabu esperaba ser correspondido y Morimoto no había mencionado nada al respecto.

— Vamos, te llevaré a mi casa, ¿Sí? Es la que más cerca queda. — A pesar de los intentos del mayor por sonar normal, fue algo imposible. Se sentía tan decepcionado como nunca, pero, al mismo tiempo, sabía que no debía apresurar las cosas, y si realmente Ryutaro sentía algo por él, se lo diría en cualquier momento.
Morimoto no pareció objetar nada contra sus palabras, y Yabu asumió que estaba de acuerdo con su decisión. Con la mirada gacha se separó del cuerpo ajeno y se colocó a su lado, dedicándole una leve sonrisa que indicaba que ambos ya podían comenzar a caminar. Y así lo hicieron.

El camino fue sumamente silencioso. En muchos momentos se sintió totalmente tentado a tomar la mano de Ryutaro como si fuesen pareja. Pero ellos no lo eran y por eso desistió.
Afortunadamente su departamento sólo se encontraba a un par de cuadras, y no tuvo que soportar demasiado tiempo aquel sofocante ambiente. Cuando llegaron, ya era muy tarde, y por ello no se cruzaron a ningún vecino de Yabu en el ascensor. Iban solos, en silencio, sin mirarse ni dirigirse la mirada. Llegaron a su piso y Kota exhaló con fuerza mientras ambos salían del ascensor. Por el rabillo del ojo observó al menor, sin embargo, éste se encontraba con la mirada gacha y parecía sumido en sus pensamientos. Se mordió el labio inferior ante aquello, sintiéndose ignorado y sintiendo que nada había valido la pena. Se sintió dolido. Detuvieron su caminar cuando finalmente se encontraban fuera de la puerta del departamento del mayor. Yabu buscó las llaves en su bolsillo y abrió la puerta. Ambos ingresaron al lugar y Kota se giró para cerrar la puerta con seguro. Iban a pasar la noche entera descansando y sería peligroso dejar la puerta abierta. Cuando el mayor nuevamente se giró, dispuesto a indicarle al menor que podía ponerse cómodo y él prepararía alguna bebida caliente, se vio callado por unos labios ajenos y unos brazos que se aferraron a su cuello y que le jalaban para aumentar el contacto.

Kota abrió ampliamente los ojos, sorprendido, sin lograr responder al contacto desde un comienzo. El pulso se le aceleró de un momento al otro y necesitó de varios segundos para poder reaccionar. Fue entonces, cuando repentinamente los ojos de Ryutaro se entreabrieron y le observaron apenados, que entendió lo que estaba pasando y se sintió feliz. Sus brazos rodearon la cintura del menor, y sólo cuando sus ojos comenzaron a cerrarse, los de Ryutaro lo hicieron también.

Aquel beso fue diferente a los anteriores. El sentimiento de amor continuaba presente, sin duda, pero a comparación con los otros, este beso era muchísimo más demandante y hasta pasional. Kota había terminado con su espalda recargada a la pared, y Morimoto se había pegado tanto a su cuerpo que hasta le costaba respirar, pero eso no le importaba. Con el aire que sus bocas compartían le era suficiente para continuar besándole por mucho tiempo, sin separarse un solo centímetro.

Cuando dejó de tenerle gusto a estar acorralado por el cuerpo del menor, el castaño tomó el impulso suficiente para girar sus cuerpos hasta dejar al más bajo pegado a la puerta con su cuerpo contra el suyo. Aquel algo brusco movimiento provocó que sus labios se separasen sin que ellos lo quisieran, y Ryutaro liberó un pequeño jadeo agitado que aceleró el pulso del mayor. Le estaba deseando, de una manera que no debía, de una manera demasiado apresurada y alarmante, y estuvo a punto se separarse, negándose a quitar la inocencia en el cuerpo del menor, sin embargo, éste le detuvo al instante, jalando del cuello de su abrigo hasta que sus labios se unieron una vez más, y pudo sentir como la lengua del menor se infiltraba por entre sus labios. Kota se rindió, porque cuando su lengua tocó la de Ryutaro, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo y ya no se pudo negar. Su cuerpo se pegó tanto al del menor, que éste tuvo que separar ligeramente las piernas para que Kota se colase entre ellas. La posición en la que quedaron fue vergonzosa, demasiado provocativa e insinuante, pero a ninguno de los dos le importó, porque, de todas formas, ellos deseaban que fuese así. Las manos del mayor ahora viajaron hasta posarse en cada uno de los muslos del menor, ejerciendo la presión suficiente para poder elevar aquel pequeño cuerpo hasta la altura de su cintura, sintiendo como las piernas del menor se enrollaban en su cadera, provocando que las mejillas de ambos se tiñesen de un color rosado. Kota sonrió sobre los labios de Ryutaro aún sin dejar de apoderarse por completo de sus labios, y en un cuidadoso movimiento le separó de a pared, manteniéndole firmemente sostenido con sus brazos, y con leves tambaleos y tropezones se lo llevó hacia su cuarto. No hubo necesidad de encender ninguna luz, no iban a requerir de iluminación para aquel momento, por lo que a oscuras todo estuvo perfecto. Agradeció internamente haber dejado la puerta de su cuarto abierta horas atrás, por lo que se le hizo sumamente fácil ingresar a la habitación y recostar con cuidado el cuerpo del menor sobre la cama, cayendo inmediatamente sobre él ya que Ryutaro de rehusó a dejarle ir, manteniendo sus piernas y brazos firmemente enrolladas a su cuerpo. Kota simplemente se dejó y continuó besando sus labios con pasión, recorriendo su húmeda cavidad con su lengua, chocando ligeramente la lengua del menor por momentos, y cuando esto ocurría, Ryutaro retraía su propia lengua en un gesto totalmente pasivo que encendió aún más al mayor.

Las manos de Kota comenzaron a recorrer el cuerpo del menor, buscando el centro de su abrigo par desabrocharlo y quitárselo, sin esperar mucho para proseguir con el resto de sus prendas, notando como el menor le limitaba. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo entero, sus labios se detuvieron sobre los ajenos y exhaló una gran cantidad de aire por la nariz, como un suspiro profundo. Ryutaro había introducido sus manos dentro de su camisa y había comenzado a acariciar torso, recorriendo cada centímetro de su piel por primera vez. Aquello había sido demasiado, y no pudo contenerse.

Kota se separó repentinamente de los labios del menor. Arrojó las prendas que ya le había quitado a un lado de la cama y buscó ansiosamente los botones de la camisa de Ryutaro para comenzar a desabotonar botón por botón, pero llegó un punto en que aquello se vio agobiante y desesperante, por lo que terminó por abrir la camisa con brusquedad, sonriendo cuando Ryutaro rió al momento en que los botones de su prenda salieron disparados hacia todas partes mientras se cubría el rostro con una mano para que ninguno le golpease allí. Kota se enterneció y no se contuvo a acercarse para robar un pequeño beso de aquellos labios ajenos. Ryutaro le gustaba mucho, quizás demasiado, de una forma excesiva.

El menor suavemente tomó de la nuca de Kota y le atrajo de vuelta hasta sus labios, depositando pequeños y húmedos besos que, a medida que el contacto de cada uno de éstos fue mayor, comenzaron a fundirse en uno mismo a la par que las prendas restantes que cubrían sus cuerpos comenzaron a volar por toda la habitación hasta que ambos se encontraron sólo en bóxer.

Muy pronto el mayor volvió a encontrarse entre las piernas del menor, con sus entrepiernas pegadas la una a la otra, frotándose a la par que ambos ahogaban sus gemidos entre fogosos y pasionales besos. Se sentían extasiados y excitados, con sus corazones palpitando frenéticamente y sus respiraciones agitadas entremezclándose con la del otro.

Ryutaro se sentía en el cielo. Era la primera vez que experimentaba tal sensación como aquella y jamás imaginó poder sentir tal grado de placer. Kota le estaba llevando al punto más alto del climax y aún no habían pasado a mayores.
Las manos del alto recorrían lugares recónditos del cuerpo del menor, explorándolo por primera vez en su vida. Sus manos amoldaban la cadera del joven, desviándose hacia sus glúteos para allí poder presionarlos y así poder elevar la cadera del menor a la par que la propia se movía con cierta brusquedad en un fingido movimiento a embestida, creando una fricción sumamente deliciosa que ambos no se privaron de expresar en fuertes gemidos.

— R-Ryu... — Fue un simple susurro e instantáneamente aquellos atentos ojos se entreabrieron para observarle, agitando el interior del alto quien no sabía cómo controlarle al tenerle en aquel estado y con sus mejillas adorablemente ruborizadas en una expresión sumamente inocente. — Necesito... — Aún no terminaba de hablar y sin embargo sus manos ya estaban actuando, tomando el borde de la última prenda que el joven llevaba consigo para jalarla suavemente en un intento de quitarla. Su petición al instante fue entendida y Ryutaro elevó la cadera para así poder facilitar la acción del mayor, sintiendo pronto el aire golpearle en aquellas partes íntimas de su cuerpo, provocando que en sus mejillas se posase un fuerte color rosado. Kota no había dejado de observar la expresión de su rostro aún cuando se encontraba dejándole totalmente desnudo, sin poder evitar sonreír ante aquella acción de pura inocencia.

Con cuidado volvió a recostar el cuerpo del menor sobre la cama, hundiendo el rostro de su cuello, repartiendo pequeños besos que provocaron una risa nerviosa por del joven, haciéndole sonreír. Sin que el menor pudiese prevenirlo, una de las manos de Kota se desvió en suaves caricias hasta poder llevarla hasta la pelvis del joven, acariciando los alrededores de la erección que Ryutaro llevaba encima, notando como su cuerpo se tensó y de la garganta del joven se oyó un leve gemido que excitó al alto. Kota ya no lo pudo resistir más y en un movimiento algo brusco sostuvo la erección del joven y la presionó hasta sacar un fuerte jadeo por parte de Ryutaro. El joven enarcó su espalda y Kota no esperó un segundo para comenzar a masturbar su pene, recorriendo toda la extensión de éste, desde la base hasta regresar a la punta una vez más, sintiendo la palma de su mano humedecerse ante el líquido pre-seminal que Ryutaro ya estaba liberando. Ryutaro cerraba sus ojos con fuerza mientras dejaba escapar pequeños gemidos y jadeos de entre sus labios, sintiendo la áspera mano del mayor recorrerle la hombría. Jamás nadie le había masturbado y jamás él había masturbado a alguien y cuando esta simple idea pasó por su cabeza, entreabrió ligeramente los ojos y cerró sus manos en un puño. Quería hacerlo, realmente lo quería hacer, pero le faltaba el valor y tener a Kota haciéndole aquello no le dejaba pensar tranquilo.

Suavemente los movimientos de Kota se detuvieron al momento que éste llevó la mirada hasta posarla en los entrecerrados ojos de Ryutaro. Le observó con una expresión serena y calma y pudo deleitarse con lo enrojecida que las mejillas del joven se tiñeron cuando se llevó a la boca aquella mano con la que había estado acariciando su erección, lamiendo aquellas zonas en donde el líquido del joven le había dejado humedecido y probando, por primera vez en su vida, aquel sabor amargo y al mismo tiempo dulce. Le encantó y lo dejó sumamente claro cuando se relamió los labios. Ryutaro se había llevado las manos hasta su propio rostro, cubriéndose de la vergüenza que sentía, mostrando una imagen de lo más provocativa. Y la sorpresa le invadió una vez más cuando ahora la mano de Kota volvió a su entrepierna, pero no tomó su erección una vez más, como él lo imaginaba. Esta vez, la mano del mayor bajó hasta introducirse más entre sus piernas, provocando que Ryutaro se sobresaltase cuando sintió uno de los dígitos del alto tocar la superficie de su virgen entrada. El menor se mordió el labio y por todos los medios intentó acallar cualquier sonido indebido que quisiese escaparse de entre sus labios. Aquello le avergonzaba más que lo anterior y sabía que moriría del pudor si llegase a gemir al sentir uno de los dedos del alto introducirse en su interior, con sumo cuidado, con suma lentitud, para no herirle, justo como lo estaba haciendo en aquel momento.
Ryutaro se retorció, ahora por el dolor, y Kota se detuvo al instante, sintiendo lo apretado que su dedo se encontraba en el interior del menor, excitándose más por ello. Se relamió los labios, nervioso, y observó atento cualquier reacción que el cuerpo del menor pudiese mostrar. Acercó su rostro hasta que sus labios pudieron atrapar uno de los botones rosados del joven y lo succionó con ímpetu, en un intento de distraerle de aquel dolor que sabía que el menor podía estar sintiendo. Y sólo cuando Ryutaro dejó escapar una cantidad considerable de aire y su cadera se movió, como si estuviese pidiendo más, su digito comenzó a salir y a introducirse una y otra vez en el interior del joven, en leves y fingidas embestidas que estaban comenzando a excitar se sobremanera al menor.

Pronto un solo dedo no fue suficiente y Ryutaro se vio gimiendo por más. Kota se sintió casi venir al oír su dulce voz, con aquel tono jadeante, como si fuese un dulce gemido. No dudo un segundo en complacerle, y con el mismo cuidado que había tenido con su primer dígito, comenzó a introducir un segundo, volviendo a ocupar su otra mano para masturbar nuevamente la erección de Ryutaro, haciéndole sentir un remolino de sensaciones contradictorias. Dolor y placer.
Ryutaro se retorcía constantemente. Poco a poco había logrado a acostumbrarse a aquella segunda intromisión y no faltó mucho para que se le hiciese insuficiente. A pesar del leve ardor, la fricción de los dígitos del mayor en las paredes de su interior se sentía sumamente deliciosa, y Ryutaro pronto quiso más. Más que los dedos del mayor podían brindarle. Él quería una intromisión más profunda.

— Ko... Kota... — Sintió la penetrante mirada del alto posarse en su rostro y simplemente no pudo mirarle ante la vergüenza, cerrando sus ojos mientras susurraba las palabras más penosa que alguna vez hubiese podido decir. — Quiero más...

Kota gimió, sintiendo todos sus esfuerzos por controlarse desmoronarse lentamente hasta ya no quedar rastro alguno. Con el cuidado que todo el tiempo había dedicado al joven, quitó el par de dedos de su interior, y aún masturbándole la hombría, se quitó su propio bóxer con la mano libre hasta dejar a la vista su endurecida erección, sintiendo el calor golpearle las mejillas cuando oyó el pequeño jadeo que el menor liberó al poder vislumbrarle ya en su desnudez completa. Ignoró el pudor que le había dado y curvó sus labios en una cómplice sonrisa a la par que volvía a acoplarse al cuerpo del menor, buscando ansioso sus labios y gimiendo por lo bajo sobre ellos cuando sus entrepiernas se rozaron directamente por primera vez. La fricción nunca se sintió más deliciosa y pronto Kota supo que necesitaba más, que necesitaba sentirse en el menor o se correría de solo verle sumido en aquel placer. Se llevó la mano hasta su extensión y acomodó justo en el lugar indicado, volviendo a asaltar los labios del joven cuando supo que daría el siguiente paso, queriendo distraerle lo mayor posible porque sabía que el dolor que aquello le provocaría no podría compararse con el dolor ocasionado sólo por sus dedos.

La erección del alto golpeó la superficie de la entrada del menor, y con el impulso suficiente, ésta pudo comenzar a introducirse en aquel pasaje que le presionó con fuerza al instante. Kota ahogó un gutural gemido y se detuvo unos segundos, esperando que Ryutaro pudiese acostumbrarse, y sólo volvió a moverse una vez más cuando el joven le rodeó la cintura con las piernas y le empujó para que prosiguiese, haciendo caso a aquella señal tan obvia.

Pronto se vio profanando totalmente de aquel pequeño cuerpo. Su hombría se había introducido por completo en aquel cálido lugar y Kota sentía como si cualquier momento pudiese desmayarse de lo bien que se sentía. No hubo necesidad de esperar, pareciese como si a Ryutaro le hubiese costado acostumbrarse al comienzo, pero luego no mostraba muestras de dolor o molestia. De lo contrario, en su rostro se posaba una increíble expresión de placer que excitaba a Kota y le incitaba a comenzar a propinar los primeros suaves movimientos.

Fueron embestidas dulces y delicadas, movimientos algo torpes e inseguros, pero sólo bastó un poco para que Kota comenzase a embestir de forma certera el cuerpo del menor, acostumbrándose al desliz, a la fricción, al placer, al goce que estaba sintiendo, y pronto se vio buscando más de aquello. Sus brazos se recargaban a los lados de la cabeza de Ryutaro mientras que su cuerpo tomaba el impulso suficiente de sus rodillas recargadas sobre la cama, pegándose cada vez más al menor y provocando que el joven se encorvase un poco tras sus bruscas embestidas. Por momentos parecían ser excesivas y brutas, pero parecía como si a ninguno de los dos aquello le molestase, y de lo contrario, lo disfrutasen más.

Ryutaro se retorcía sobre la cama, echando su cabeza hacia atrás y gimiendo con fuerza, sin importarle ser oído. Su pecho subía y bajaba profundo y rápido. El sudor le recorría los costados de su rostro y perlaba su cuerpo, y sus manos estrujaban las sábanas desarregladas de la cama de Kota, buscando poder descargar aquella enorme sensación indescriptible que le estaba llevando al borde de la locura.

Yabu golpeaba fuertemente los glúteos del joven con su pelvis, ya sin lograr medir la rapidez de las embestidas. Sus músculos se marcaban muchísimo más de lo normal ante el increíble esfuerzo que estaba haciendo y de sus cabellos caían gotas gruesas de sudor que terminaban perdiéndose entre las sábanas de su cama.

Varios minutos después el clímax le comenzó a golpear a ambos, haciéndoles gemir con fuerza mientras sus cuerpos se movían con frenesí cuando comenzaron a sentir aquellas pequeñas corrientes eléctricas del orgasmo. Pronto, Ryutaro pudo sentir su interior ser llenado por la esencia del más alto, y sin necesidad de recibir atención en su erección, su pecho y el del alto se vieron salpicados por la blanquecina esencia del joven. Ryutaro gimió casi sin voz, enarcando la espalda y juntando aún más su entrepierna con la pelvis del mayor hasta que las corrientes eléctricas que el orgasmo le brindó, cesaron lentamente.
Kota se dejó caer sobre el cuerpo del otro, exhausto y sudado, anonado y feliz. Su cuerpo se vio rodeado por los delgados brazos del joven y no pudo hacer más que sonreír. Giró su rostro y buscó ansioso aquel par de labios hasta poder hacerlos coincidir con los propios, besándole con lentitud, en suaves movimientos que unían a sus bocas en contactos húmedos y pausados, como aquel primer beso.

— Kota... — La respiración del joven golpeó sus labios, tibia y sutilmente agitada. El nombrado entreabrió sus ojos y su mirada pudo encontrarse con el dulce e inocente mirar del joven. Sus ojos se encontraban brillosos, más de lo normal, y en su lagrimal se podía notar un leve rastro de lágrimas, como si Ryutaro hubiese notado y él nunca lo hubiese notado.

— Ryu.... — La voz de Kota sonó más ronca y atractiva que lo normal. Ryutaro se ruborizó y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por mantener su mirada puesta en la ajena, intentando, de alguna manera, poder transmitir lo que sentía por él. Todo y cada uno de sus sentimientos. Sin embargo, supo que un simple mirar no sería suficiente para poder hacer de aquel momento el ideal.

— Kota. — Volvió a susurrar el menor, y fue un susurro frustrado, un susurro que se sintió agobiado, como si Ryutaro quisiese hacer algo pero los intentos por hacerlo fuesen en vano. Fue entonces cuando lo entendió.

— Ryutaro, me gustas mucho.

...

— Tú también me gustas, Kota. Mucho...
Kota sonrió, feliz, y besó los labios de Ryutaro. Supo, entonces, que a partir de aquella noche nada sería igual, y que sus días se verían iluminados por la dulce e inocente sonrisa de su pequeño Ryutaro. Su ahora novio.



Espero les haya gustado, si el lemon no les convenció, avísenme, ¿Sí? Porque me ha costado muchísimo, es por eso que no suelo escribir éste genero, pero si les gustó, juro que dormiré feliz. Gracias por leerme y espero de corazón que lo hayan disfrutado. Las quiero♥.

martes, 4 de junio de 2013

Yujo wa ai ni kawatta | YamaJima | Oneshot

Título: Yujo wa ai ni kawatta.

Pareja: Yamada Ryosuke/Nakajima Yuto (YamaJima).

Género: Slash, shounen ai, yaoi, lime.

Extensión: Oneshot (2.768 palabras).

Trama: Fluffy (WAFF).

Fiction Rated: M (16+).

Nota: Y de repente me sentí con muchísima inspiración, se me vino una idea a la cabeza y me puse a escribir como loca. Quizás se note mucho lo influenciada que me siento, pero fue inconsciente, y me retaba mentalmente por quizás usar expresiones, pero no lo pude evitar. Así que si sienten que es plagio, lo acepto(?). Seguramente hayan poquitas personas que lo lean, porque ya no muchas se pasan al blog por lo inactivo que está. Perdón, tuve una crisis, y dejé de escribir. No sé si voy a seguir escribiendo, pero cuando el bichito de la inspiración me pique, ¡Les prometo venir con algo nuevo! Gracias de corazón por leerme♥


La brisa fría de invierno, le helaba las manos y enrojecía sus mejillas.

– Amor – Dijeron a sus espaldas con una voz dulce y cálida. Yuto se giró rápidamente, encontrándose allí, frente a sus ojos, a Keito, su novio. Le sonreía con esa gracia y ternura única en él, agitando un poco su corazón. Sólo un poco. – Me ha sorprendido tu llamado, creí que estarías ocupado hoy... – Le vio acercarse, con la ilusión impregnada en sus ojos, y sintió culpa.

– Es que quería hablar contigo... ¿Estabas ocupado?

– Sabes que para ti nunca estoy ocupado, mi amor – Y sus labios sintieron ese tacto que no aborrecía, pero que tampoco deseaba ya. Y le respondió por compromiso, por culpa, porque no quería ver una expresión dolida en su rostro, aunque sabía que aquello sería inevitable aquella tarde. – ¿De qué querías hablar?

De nuevo le dedicó una de esas sonrisas, tan amplias, llenas de vida y felicidad. Él, en cambio, agachó un poco la cabeza, se mordió el labio inferior con inseguridad, y aquella tranquilidad reflejada en el rostro del mayor se esfumó repentinamente. Porque conocía perfectamente esa expresión que se posaba en el rostro de su novio. Y sabía que nada bueno se avecinaba. Y se asustó.

– Amor... ¿Qué pasa?

– Yo... Creo que yo... K– Keito...... – Balbuceaba oraciones incoherentes, mientras sus manos hacían ademanes que no expresaban nada en concreto. Estaba nervioso, no encontraba las palabras adecuadas para expresar eso que sentía, y la expresión desconcertada en el rostro del mayor le exasperaba y aumentaba sus nervios.

– Yuto – Exigió demandante Okamoto, ganándose la mirada del menor, como esperaba. – Dime... No tengas miedo, soy yo...

Yuto no supo qué más decir. No podía, le costaba, le dolía decir aquellas palabras, simplemente su corazón no era lo suficientemente fuerte para terminar con el mayor. Para verle sufrir. No...

– N– No es nada... – Murmuró con una torcida sonrisa en el rostro. Una que expresaba todo, menos felicidad, tranquilidad. Y mucho menos, seguridad. Y Okamoto le conocía tanto, que no se sintió para nada convencido al verle. Llevaban tanto tiempo ya en pareja, tanto tiempo él enamorado del menor, que era imposible que una fingida sonrisa lograse convencerle.

– Eso no es cierto. Anda, dime, no pasa nada, mi amor. – Nakajima bufó.

Ya no se sentía nada bien que le llamara así, ya no quería ser llamado así. Por él no.

Y Keito percibió que estaba cerca de la verdad, porque a Yuto le había molestado que usara esa forma cariñosa y amorosa de llamarle. Lo notó claramente en esa mueca, que seguramente el menor ni había notado que expresaba. Nuevamente sintió miedo, ¿Por qué esa reacción? No había que ser un humano demasiado inteligente para saber que aquello no era nada bueno, que ponía en riesgo su relación. Que el recordara, no habían tenido una discusión, una indiferencia, un motivo por el cual el menor estuviese ahora enojado con él. Sin embargo, siempre estaba la posibilidad, después de todo, él no era alguien demasiado observador.

– ¿Estás molesto conmigo?

– No... – La respuesta fue tan rápida, que ya no sintió miedo, sino pánico. – Keito...

– Dime.

– Creo... que quiero a alguien más... – Finalmente lo dijo, y ese enorme peso que cargaba en sus hombros desapareció como por arte de magia.

Su mirada, que fija en el suelo se había estado encontrando en todo ese momento, se elevó para observar el rostro del menor, desconcertado, perplejo y dolido. Se mordió con más fuerza el labio, odiándose.




Tres días habían transcurrido exactamente. Tres días en los que el odio por sí mismo aumentaba tras el paso de cada uno. ¿Cómo había podido? Acabar con aquella relación perfecta, llena de amor, de cariño, de mimos. Llena de besos y abrazos. Llena de ‘Te amo’ y ‘Te quiero’. Llena de ‘Eres el amor de mi vida’. Llena de todo... Y de nada. Porque él ya no sentía lo mismo que a un comienzo. Podría engañarse a sí mismo, pero no a su, ahora, ex novio. Lo que menos quería era decirle palabras que, en realidad, eran puras mentiras que sólo decía para no lastimarle. Keito le había dado tanto, le había llenado de tanta vida, que era imposible el no querer lastimarle. Sentía tanto aprecio por él. Pero no podía, no podía mentirle, y no lo haría. Ya había terminado con la relación, como se debía, y ahora era libre.

Además, alguien no dejaba de rondar en su cabeza. Ese alguien... Que se había convertido en la causa del rompimiento con el mayor. Ese alguien que no le dejaba estar tranquilo, y que le tenía como tonto recién enamorado nuevamente.

A pesar de todos sus intentos por negarse a ese nuevo amor, fue imposible. Últimamente pasaba mucho tiempo a su lado, más de lo normal, como en los viejos tiempos.

– Yama-chan

– ¡Yuto! Hola, ¿Cómo estás?

Y ahí estaba de nuevo, llamándole en medio de la noche, con esa excusa barata de que no podía dormir, que sufría insomnio. Y agradecía infinitamente a que el mayor realmente pasase por ello, porque desde hacía siempre que Ryosuke tenía un sueño extraño, durmiéndose siempre a muy altas horas de la noche, y despertando bien tarde, a mitad de la hora de la siesta.

En un comienzo sus padres habían intentado cambiar aquello, mandándolo a la cama bien temprano, cuidando que sus horas de sueños fuesen las correctas, pero eso se descontroló nuevamente cuando el castaño tomó riendas de su vida y comenzó a vivir solo, en un departamento que pagaba con su propio salario.

– Pues, no puedo dormir...

– ¿Otra vez? Qué extraño, eso no es normal en ti. ¿No has probado con ir al médico? Quizás sea una enfermedad, o algo extraño que hayas pescado... – Sonrió inmensamente para sí mismo. Era tan lindo... Preocupándose por él de esa manera.

– Descuida, no debe ser nada grave, seguro pronto se me pasa. – Dijo despreocupadamente, después de todo, lo último que deseaba era que Yamada se preocupase de sobremanera por él.

– ¿Estás seguro? Si quieres voy a hacerte compañía, quizás encontramos algo que pueda hacerte dormir, y aprovechamos para pasar una noche de mejores amigos, como en los viejos tiempos, ¿Qué dices? – Dijo Ryosuke con puro entusiasmo, y la idea simplemente le encantó, sintiéndose contagiado por ese entusiasmo que no le dejó ni siquiera sopesar la idea en negarse.

– Me parece perfecto, aquí te espero. – Desde sus respectivos hogares, ambos sonrieron con amplitud.

Su espera no duró más de veinte minutos. Agradecía que la distancia del departamento del menor con el propio no fuesen más de veinte cuadras, de esa forma podían llegar rápido de un lugar al otro, aunque las ansias aumentaban a cada minuto. Deseaba verlo, y ya. Esa noche se había dispuesto a aclarar totalmente sus sentimientos, a confirmar si realmente estaba enamorado de su mejor amigo, o sólo era una confusión de sentimientos.

Habían varias pistas que estaban a favor del enamoramiento. Cómo el mayor rondaba en su cabeza todos los días; esa necesidad de verle, o simplemente escuchar su voz al menos unos minutos, viéndose esto reflejado en esas llamadas que le dedicaba a mitad de la noche, cuando ya se había cansado de dar vueltas en la cama; como últimamente había comenzado a enumerar cada cosa que le gustaba de Yamada Ryosuke. Su cabello, su voz, su sonrisa...

Y por último, lo agitado que su corazón se ponía de sólo oír el sonido del golpeteo en la puerta, anunciando su  llegada.

– ¡Ya voy!

Y ahí estaban las ansias de nuevo, brotando insensatamente, sin dejarle pensar claramente.

Yuto se puso de pie y corrió hacia la puerta, preguntándose por qué no había estado esperando al mayor junto a ella, era más cerca, y podía verle más rápido.

– Hola. – Sonrió Ryosuke cuando sus ojos se encontraron con la figura del alto apenas éste le abrió la puerta. Y como si fuese su propia casa, ingresó tranquilamente sin esperar a que el menor le indicase que lo hiciese

– Hola... – Medio murmuró Yuto, con el corazón golpeándole el pecho intensamente. Cerró la puerta, y esperó a que el mayor ya estuviese listo, ingresando a su departamento con él, dedicándose miradas y sonrisas torpes y nerviosas.

– Lamento haberte hecho venir hasta aquí a esta hora.

– No seas tonto, no pasa nada.

Estaban nerviosos, del exterior se notaba, pero ellos sí que no lo notaban

Ambos se dirigieron a la sala, comenzando a conversar algo más fluidamente, intentando dejar ese revoltijo en sus estómagos atrás, concentrándose en la agradable compañía del otro. En ese momento que tanto habían estado añorando.

Rieron mucho, recordando viejos momentos, cuando eran inseparables y nada importaba en su mundo. Cuando Yuto no estaba con Keito, y Ryosuke disfrutaba del menor para sí solo. Porque desde que el menor se había puesto de pareja con el mayor, todo había cambiado. Las salidas, de a poco, iban disminuyendo hasta hacerse nulas. No se veían, no se llamaban, no se necesitaban. Cada uno siguiendo el rumbo de su vida, recordándose de vez en cuando, pero como algo pasajero, porque habían cosas más importantes, prioridades que superaban el recuerdo vago de alguien que era tu mejor amigo, pero que simplemente se te había olvidado estar al pendiente de él.

– ¿Tienes hambre? – Preguntó repentinamente el menor, luego de un rato largo de que ambos se encontraban recostados en la alfombra de la sala.

– De hecho, sí tengo – Rió ligeramente el castaño. – ¿Qué tienes de comer?

– Pues, no lo sé. Vayamos a verificar. – Y poniéndose de pie le extendió la mano al mayor, quien dudoso observó ese gesto, pero siéndole imposible de negarse a él, sosteniendo su mano con la propia y aceptando aquel suave jalón que le ayudó a ponerse de pie. Y cuando tuvo intensiones de soltar la mano de Yuto, éste intercaló sus dedos con los suyos suavemente, hasta tímido, y se lo llevó a la cocina.

Fue un corto trayecto, no era un departamento muy grande, y las distancias eran algo cortas. Pero el camino de la sala a la cocina se sintió eterno, con sus corazones palpitando más intensos que antes, y sus mejillas conteniendo un calorcito singular. Yuto, manteniendo su avergonzada vista al frente, sin atreverse a mirar al mayor, quien observaba la unión entre sus manos anonado mientras caminaban. No era la primera vez que se tomaban de las manos, pero esta vez era diferente. Se sentía diferente, especial.

Y cuando llegaron a su destino, no quisieron separarse, pero lo hicieron muy a su pesar, por temor a que el otro notase su propia reacción. Porque Yuto no había notado lo nervioso que Ryosuke se había puesto, y Ryosuke no había notado lo nervioso que Yuto se había puesto..

– ¿Qué deseas comer? – Preguntó Yuto torpe, girándose finalmente y mirándole con una sonrisita nerviosa.

– Lo que sea por mí está bien. – Ambos se sonrieron, y sólo en ese momento se permitieron relajarse, y dejar que las emociones simplemente fluyesen.

Porque por fin lo habían entendido, había un sentimiento en común.

Yuto se dirigió al refrigerador, seguido por el mayor, y ambos inspeccionaron los alimentos pensando en qué podían comer, y cuando se decidieron, juntos se prepararon un aperitivo de madrugada y volvieron a la sala aún riendo de sus propios chistes sonsos, con cada uno un lato de comida en una mano, y una bebida refrescante en la otra. Y al ya estar acomodados nuevamente, cada uno en su lugar, comenzaron a comer.






El tiempo pasó rápido, los platos sucios quedaron a un lado, la luz de la sala se apagó, y ellos se dirigieron al cuarto del menor, con los párpados pesándoles del sueño ya, pero con esas imborrables sonrisas aún posadas en sus rostros. Yuto buscó un par de prendas que le sirviesen al mayor como pijama, y cuando ya estuvieron ambos vestidos decidieron descansar.

El primero en recostarse fue Ryosuke, metiéndose debajo de las cobijas y acurrucándose en uno de los extremos de la cama, dejando suficiente lugar para el menor, ya que la cama no era tan grande. Mientras tanto, Yuto se aseguraba de que la puerta de la casa estuviese debidamente cerrada, regresando al cuarto y apagando la luz a la pasada sin necesitarla para dirigirse a su cama ya que se sabía el camino prácticamente de memoria.

Ingresó debajo de las cobijas, y buscó chocar intencionalmente con el cuerpo del mayor, quedando ambos bien cerca uno del otro. Y como si fuese algo tan sencillo, el sueño comenzó a desaparecer de a poco. Tampoco era la primera vez que dormían juntos, pero ahora las cosas eran diferentes. Ahora querían abrazarse en la cama, ahora querían buscar más y más cercanía entre sus cuerpos. Ahora estaban nerviosos, y eso antes no sucedía.

Yuto se giró un poco, quedando recostado de medio lado de cara al menor, fingiendo ligeramente que estaba dormido, pero buscando encontrarse con la mirada del otro entre medio de la oscuridad del cuarto.

Y eso no fue difícil, la mirada del alto era intensa, cautivante y atrayente, y Ryosuke se vio rápidamente girando el rostro, encontrándose con esos ojos que le piraban esperanzados, brillantes e ilusionados. Su corazón chocaba en su pecho a tal punto de doler. Estaba nervioso, tan nervioso...

Y en un acto impulsivo, Nakajima se acercó, rápido y desprevenido, deteniéndose apenas a un par de centímetros del rostro del mayor, con sus respiraciones entremezclándose y sus ojos encontrándose con mayor intensidad, sin animarse a continuar. Pero lo necesitaba... Necesitaba de ese contacto que disiparía sus dudas, pero por sobre todo, necesitaba besarle porque sentía un deseo febril por besarle.

Y lo hizo. Simplemente avanzó ese par de centímetros, y le sintió. Sintió esos suaves labios, ese delicioso sabor, esa combinación tan perfecta que simplemente le cautivó, le dejó perplejo.

Ryosuke abrió sus ojos más de lo normal, esperándoselo, pero al mismo tiempo no esperándoselo. Tenía el rostro enrojecido, el corazón a punto de salírsele del pecho. Estaba shockeado, paralizado, su cuerpo se había inclinado levemente para atrás, pero Yuto sostuvo sus manos y lo mantuvo cerca, con sus labios unidos.

Se separaron escasos segundos, en donde el alto observó al más bajo detalladamente, con un brillo único, con una fasinación inexplicable, como si acabase de descubrir algo maravilloso.

Como si acabase de descubrir que los labios de Ryosuke eran los más deliciosos que hubiese probado en su vida, como si acabase de descubrir que estaba cautivado, cegado del menor.

Como si acabase de descubrir que estaba locamente enamorado de él.

Le miró a los ojos, agitado, desviando por momento su mirada hacia sus tan bien formados labios, y no pudo contenerse más, besándolo de nuevo, con cortos y húmedos besos que Ryosuke respondía con torpeza, sin poder ser capaz de reaccionar por completo aún, pero dejándose llevar a medida que sus labios se unían por completo. Llevando inconscientemente sus manos en torno al cuello del menor, presionándolo y pegando más su rostro al suyo, casi obligándolo a que le besase más, a que no se separase por nada de sus labios. Acababa de descubrir que le encantaban sus besos, sus ojos observándole de esa manera, como nadie nunca le había observado, sus manos tomando su cintura entre sus manos y apegándolo contra sí.

– Me gustas, Ryosuke... – Un simple susurro que se perdió entre sus labios uniéndose, tan bajo, casi silencioso, pero tan perceptible para el menor, haciendo temblar a sus manos de la emoción. – Te amo...

Y cómo le amaba. Como amaba ese cuerpo que se estaba desplomando entre sus brazos, esos labios fundirse en un sentimiento desesperado con los propios.. Como amaba a Ryosuke y a esa manía que tenía de volverlo loco.

– T-te amo, Yuto...

Un sentimiento que acababan de descubrir, un amor que acababa de empezar, porque a veces, hay amores que te hacen olvidar rápidamente de esos que creías irremplazables. Porque hay ocasiones en las que personas cambian bruscamente tu mundo, dejándote a la deriva, sin saber qué hacer, sin saber cómo actuar.

Pero luego, son ellas mismas las que te guían en la vida, convirtiéndose ellos en tu vida misma.

Porque ahora estaba enamorado de Ryosuke, y él había logrado apagar la llama de su antiguo amor, ocupando ese lugar que quizás hacía tiempo había estado reservado para él, durante todos esos años de amistad, de recuerdos, le alegrías, de tristezas a su lado, y sólo en ese momento lo había logrado notar.

Porque él amaba a Ryosuke, y eso nadie lo iba a poder cambiar.